lunes, 9 de enero de 2012

Ocurrió en Encarnación

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1973-Hechos y protagonistas de una trágica historia
      
Abriendo una herida dolorosa de la memoria
El comienzo de un año triste

El fuego del infierno en medio del río Paraná

La madrugada calurosa del lunes 8 de enero de 1973, fue escenario de una de las peores tragedias náuticas de las que tengan memoria encarnacenos y posadeños. Unas 38 personas murieron ahogadas o quemadas en el naufragio de la lancha de pasajeros “Pirizal”, mientras que apenas 22 pudieron salir, relativamente enteras, del infierno. Los recuerdos de algunos supervivientes aún hoy mantienen viva la imagen del fuego en el medio del Paraná y los gritos de las víctimas.
Un relato que las nuevas generaciones deben conocer. Fueron protagonistas importantes de este trágico hecho dos personas ligadas al 22 de Septiembre F.B.C., el arquitecto José Marcial Caballero, dueño de la embarcación, y el patrón Domingo Amarilla Yunis, quién fuera jugador del decano y gran voleibolista.
En el incendio de la embarcación y posterior naufragio de la lancha de pasajeros “Pirizal” ocurrido en medio del río Paraná frente a Posadas y Encarnación, murieron ahogadas unas 38 personas.
El diario El Territorio de la ciudad de Posadas en su edición del martes 9 de enero de 1973, publicó en sus páginas gran cantidad de información relacionada con esta terrible tragedia que enlutó a numerosas familias argentinas.
Decía “…Desde las primeras horas del día de ayer se viven en nuestra ciudad horas de intenso dramatismo y de gran consternación, con motivo de la tragedia desencadenada en aguas del Paraná al incendiarse –y posteriormente hundirse– la lancha de bandera paraguaya “Pirizal” que conducía aproximadamente a sesenta personas a  bordo, que regresaban de la vecina ciudad de Encarnación luego de concurrir al casino que ahí funciona…”
La crónica registra en detalles todo lo concerniente al siniestro. Según la lista respectiva, el pasaje estaba compuesto de cincuenta y siete personas a lo que debe agregarse dos más que formaban la tripulación.

Ayer se produjo el más trágico accidente registrado en el río Paraná, frente a Posadas

El incendio de la lancha “Pirizal” causó muertos, heridos y desaparecidos

Así con este título de portada, el diario El Territorio destacaba la tragedia en su edición del martes 9 de enero de 1973.
La crónica del mencionado matutino posadeño se escribió así: “…Pocos minutos después de zarpar la lancha “Pirizal” del puerto de Encarnación, a unos 1000 metros de la costa paraguaya, con 57 pasajeros y dos tripulantes a bordo, siendo las 2:30 de ayer, por causa aún no bien esclarecidas, se incendió repentinamente, cobrando las llamas rápido incremento.
La nave, que efectuaba el servicio del Casino de Encarnación, a pocos segundos ardía de popa a proa, debido a la pérdida de nafta acumulada en la sentina. La embarcación, de 10 metros de eslora y 2,50 de manga tenía capacidad para 75 pasajeros.
Divisadas las llamas desde la costa argentina, a las 2:35, salió la lancha patrullera L.P. 211 de Prefectura Naval Argentina, con el correspondiente personal de la repartición. Mientras tanto, la lancha siniestrada se desplazaba al garete, a una velocidad de 8 a 10 kilómetros por hora. Muchos de los sobrevivientes que se tiraron al agua fueron recogidos por la lancha patrullera.
A las 2: 40, salió otra lancha a cargo del prefecto principal Pío Estanislao Flores. Varios sobrevivientes fueron avistados en la zona del club náutico Pirá Pyta y el Balneario Municipal. Otros pudieron salvarse en la Isla del Medio y algunos en la costa paraguaya. Hasta las 16:00 horas del día lunes 8 de enero, se constató un total de 23 sobrevivientes y siete cadáveres y, los pasajeros restantes, desaparecidos.
Antes de zozobrar la lancha siniestrada, y a raíz de los gritos, personal de Prefectura constató que en la popa había más sobrevivientes que fueron rescatados, gracias a la valiente actitud del cabo 1º Raúl Rivero, que casi perdió la vida.

Para empeorar la situación, una fuerte tormenta 
se desató al momento del naufragio

Peligrando seriamente la tarea de rescate, a las 3:05 se desató una tormenta que en determinado momento alcanzó una velocidad de 100 kilómetros por hora, e hizo que la lancha de prefectura diese contra los juncales de la costa, en peligrosa situación, debido al oleaje que se levantó y la lluvia que comenzaba a caer intensamente. Cuando amainó algo la tormenta pudieron proseguirse las tareas de búsqueda de supervivientes.
A las 4:45, en la unidad local de Prefectura, se recibió una llamada telefónica del Gobernador de la Provincia, Brigadier Mayor (R) Ángel Vicente Rossi, quien se interesó por lo acaecido y puso a disposición todos los medios.
Colaboró también Gendarmería Nacional, a través del comandante principal Bassi, quien puso a disposición una lancha que, junta a las de Prefectura, realizaba la búsqueda. También colaboró el cuerpo de Bomberos, La Dirección General de Defensa Civil y otras autoridades, como así también numerosos particulares, en especial del Club Pirá Pytá.

Rol de pasajeros

La nómina de pasajeros registrados de zona de Encarnación, es la siguiente: José Pantreli, Gladys Domínguez, Elena Azuaga, María  Lodol, Elida Ortega, Eduardo Brun, Leopoldina Rodríguez, María Dolores López, Juan Adorno, Ramón Cáceres, Oscar Ridy, Roberto Peñaloza, Emilio Slenis, Ubaldo Benítez, María Arce, Roberto (no se consignó el apellido), Obdulio Gutierrez, Oscar Segovia, Aurelio Borja, Mercedes Espinoza de Sforza, María Espinoza, Alejandrina Espinoza, Miguel Díaz, Marcos Benítez, Isaac Cohen, Justo Ulloa, Cesar Braga, Erna Laszeski de Rottoli, Miguel Badillo, Dora Basilio, Elida Milde, Segundo Gorosito, Cesar Obregón, Juan Villalba, Heriberto Ayala, Adolfo Borano, Guillermo Camino, Miguel Montecino, Oscar Bressa, Miguel Navas, Juan Donachelli, Higinio Peroni, María Machado, Julio Ceballo, Oscar Dergio, Elida Esunka, Nelly López, Sara Ocampo, Juan López, Ana Zaracho, Ángel Brítez, Juan Montero, Julio Gorosito, Marcos Cáceres, Gerardo Bazani, María y Amalia Fugistaler y los tripulantes Domingo Amarilla y Bienvenido Céspedes.
Según trascendió, se encontraba también entre el pasaje María Barsall y Juan Reinaldo Ballon. Según se pudo saber más adelante, hubo otras personas a bordo de la lancha accidentada que no figuran en la lista oficial y cuyo número oscilaría entre 5 ó 6 personas. Según algunos testigos, al hundirse la lancha, varias personas a bordo, debido a que tenían graves quemaduras, presumiblemente esto le impidieron ponerse a salvo.

Comienza la tarea de la búsqueda de sobrevivientes

Durante todo el día de ayer (lunes, 8 de enero), prosiguió la búsqueda de sobrevivientes y cadáveres, con diversos medios. A las 11:00 concurrió a la sede de la unidad local de Prefectura, el Gobernador Rossi para interiorizarse personalmente de detalles del salvamento. Lo acompañaron en la oportunidad, el ministro de Bienestar Social y Educación, doctor Miguel G. Soto y su secretario privado, Horacio Charón. Estuvo presente, además, el Subsecretario de Salud Pública doctor Francisco S. Flores.
El jefe de la unidad local de Prefectura, prefecto Flores, detalló al Gobernador los pormenores de las tareas de rescate. El Brigadier Rossi, a su vez, impartió instrucciones para que todos los medios del Estado Provincial sean puestos a disposición de la Prefectura, inclusive el helicóptero de Aeronáutica Provincial, que debido al mal tiempo reinante, recién pudo iniciar la ayuda pocos después del mediodía.
Mientras tanto, numerosas personas se hacían presentes en Prefectura, tratando de localizar familiares entre los accidentados e identificando a los fallecidos, habiéndose producido escenas de hondo dramatismo, como así también, en algunos casos, de alegría, a medida que llegaban sobrevivientes.
Participaron del operativo tres lanchas de Prefectura, una de Gendarmería Nacional y 10 embarcaciones particulares, especialmente de socios del Club Pirá Pytá. Durante todo el día, por medio de familiares, se trató de establecer con exactitud el número de sobrevivientes.
En hora de la tarde, colaboró también un avión piloteado por el aviador Negrete.


CONMOCIÓN EN LA CIUDAD DE POSADAS

Desde las primeras horas de ayer se viven en nuestra ciudad horas de intenso dramatismo y de gran consternación, con motivo de la tragedia desencadenada en aguas del Paraná al incendiarse –y posteriormente hundirse– la lancha de bandera paraguaya “Pirizal” que conducía aproximadamente a sesenta pasajeros a bordo, que regresaban de la vecina ciudad de Encarnación luego de concurrir al casino que ahí funciona, Decía en las páginas de El Territorio en la edición del miércoles 10 de enero.
La crónica registra en detalles todo lo concerniente al siniestro, aunque, obviamente los datos no pueden ser completos hasta tanto continúen las intensas tareas de rescate dispuestas por Prefectura Naval.
Con la colaboración de otras reparticiones oficiales y también gran cantidad de voluntarios que acudieron de inmediato, como es habitual en estos trances desgraciados, a ofrecer su aporte de solidaridad y ayuda para reforzar la búsqueda de sobrevivientes y la eventual recuperación de los cuerpos de quienes fueron desafortunadas víctimas, cuyo número se teme sea bastante elevado.
Según la lista respectiva, el pasaje estaba compuesto de cincuenta y siete personas a la que debe agregarse dos más que formaban la tripulación. Hasta el momento de escribir estas líneas, se había informado oficialmente del rescate de veintitrés sobrevivientes y de cinco cadáveres, todos identificados.
Cabe presumir, no obstante, que viajarían algunas personas más no incluidas en la lista, como ocurría frecuentemente en estas travesías nocturnas. De ser así, el número de desaparecidos ascendería a más de treinta, cifra que habla con cruda elocuencia de la magnitud del desastre, sin igual en este itinerario entre Encarnación y Posadas, de permanente e intenso tráfico fluvial…”


Incesante búsqueda de las víctimas de la tragedia

En la edición del diario posadeño del miércoles 10 de enero, se describía la situación de esta manera: “…Durante toda la jornada de ayer y a través de diversos organismos oficiales y privados, que trabajaron en forma conjunta, se realizaron las tareas de localización de las víctimas del naufragio de la lancha paraguaya “Pirizal”, acaecido en horas de la madrugada del lunes en circunstancias conocidas.
El operativo se centró, en principio, en poder determinar probables sobrevivientes entre las personas dadas por desaparecidas pero, a medida que transcurrían las horas, las esperanzas de amigos y familiares que permanecieron en inmediaciones de Prefectura del puerto local, iban desapareciendo.
Por lo contrario, comenzó un macabro desfile de cuerpos, ya sin vida, que iban siendo rescatados de las crecidas aguas del Paraná y transportados por aire y por agua hasta dependencias de la citada repartición para su posterior reconocimiento…”


DIFICULTADES

Sigue diciendo El Territorio que “…Desde las seis de la mañana salieron las embarcaciones a recorrer el río, aguas abajo. Sumaban alrededor de 25, entre patrulleras de Prefectura, de empresas privadas e integrantes del club náutico Pyrá Pyta, que cumplieron esforzadas labor con sus lanchas con motor fuera de borda. También se unieron el helicóptero de la Dirección Provincial de la Aeronáutica, piloteado por Juan Cesar Maluff y aviones del Aéreo Club de Posadas.
El mal tiempo impidió, en los comienzos, el desplazamiento de las naves pero, a medida que avanzaba la mañana, el cielo se iba disipando, mientras comenzaron a llegar los primeros cadáveres. Aproximadamente a las 10 fue desembarcado el de Emilio Fleuri, argentino de 40 años; a las 11 se hizo lo mismo con el de José Pentrelli, argentino de 31 años. Ambos fueron reconocidos por familiares y trasladados del lugar en sendos furgones.
A esta altura era dable observar cómo hombres de Prefectura trabajaban con máscara, ya que los cuerpos habían comenzado a descomponerse. Pocos minutos después, atracó en el muelle una lancha de Gendarmería Nacional, trayendo otro cadáver, perteneciente a una persona de sexo masculino que luego fue identificado como Marcos Benítez, argentino de 58 años, que presentaba numerosas quemaduras.
A las 13 y 10, ante notoria expectativa del numeroso público reunido, arribó el helicóptero de la Dirección Provincial de Aeronáutica, transportando dos cuerpos sin vida que venían suspendidos de la máquina, lo que configuraba un cuadro realmente impactante.
Lentamente se aproximó a tierra, depositando primero la macabra carga que fue retirada por los marineros, para luego descender. De inmediato, el piloto Maluff fue abordado por los periodistas, informando que los dos cadáveres (un hombre y una mujer) habían sido hallado por las embarcaciones del Pirá Pytá en las cercanías del refugio “Ombú”, lo que hizo suponer que los patrullajes se estaban efectuando a 60 kilómetros aguas abajo.
Asimismo, indicó que el río se encontraba muy crecido y arrastraba numerosos objetos y troncos, lo que dificultaba notoriamente la localización de los cuerpos, confirmando que no se habían notado vestigios de sobrevivientes, ni en ambas costas ni en las islas, que fueron sobrevolados repetidas veces…”

Afirmó el patrón Domingo Amarilla:
La lancha “Pirizal” estaba en perfectas condiciones

“…Pausadamente, como cuidándose de lo que afirmaba, con evidentes signos de alteración, Domingo Amarilla (Cambá viejo), paraguayo de 42 años, patrón de la Pirizal fue desgranando algunas frases frente al cúmulo de preguntas de los periodistas que lo abordaron ayer a la mañana cuando fue reconocido en dependencia de Prefectura Nacional, dijo que el incendio se produjo dentro de la embarcación y esta comenzó a arder intensamente.
Amarilla afirmó repetidas veces que la lancha siniestrada se encontraba en perfectas condiciones de navegabilidad, indicando que estaba construida de lapacho y que medía 13.50 metros de eslora, por 3, 00 de manga, con un motor Packard 8 cilindros modelo 1962, de 40 HP. Tenía una capacidad para 62 personas sentadas y llevaba 63 salvavidas y 5 granadas anti–incendio, de las cuales fue utilizadas únicamente una.
Al respecto, el patrón afirmó que permaneció a bordo casi una hora y media, tratando de salvar al pasaje, versión que no coincide con las dadas por el personal de prefectura que participó del salvataje, quienes indicaron que la Pirizal se hundió aproximadamente a los 45 minutos de producirse la primera explosión, entre las islas del medio y Tatayndy.
A otra pregunta sobre la antigüedad de la embarcación, Amarilla  contestó que tenía tres años y que hace solamente 20 días había sido inspeccionada por las autoridades paraguayas, sin embargo, noticias procedentes de Asunción, recogidas por un cable de la agencia AP, consignan que la misma fue construida en 1957 y reacondicionada hace poco tiempo. Era propiedad del Arquitecto José Marcial Caballero, quien a su vez la había adquirido de Juan Ramón Ramírez.
En cuanto al origen del siniestro, Amarilla dijo desconocerlo, expresando: el motor andaba muy bien, yo no percibí pérdida de nafta. Tampoco Amarilla pudo precisar el número exacto de pasajeros, pues siempre en estos casos suben muchas personas que llegan a último momento y los propios marineros le permiten subir, dijo finalmente.

El Territorio – 10 de enero de 1973 - página 6.


Los protagonistas del drama y algunas de sus impresiones

Luego de producirse el siniestro, a las 2:30 salió con la primera lancha de Prefectura, al lugar de la lancha incendiada, salvando a 12 personas y rescatando un cadáver. Luego, se dirigieron lentamente a la costa argentina, debido al exceso de personas y dejaron a los salvados en el club Pirá Pytá, aproximadamente a las 2:50.
Nuevamente se dirigieron a la embarcación que estaba ardiendo, acercándose desde atrás hasta unos 20 metros. Al escuchar los gritos que salían de la lancha, procedió al rescate de un matrimonio y, más adelante, al joven Eduardo Brun, con el auxilio de un salvavidas circular.
Después, se desató una tormenta y tuvieron que atracar. Cuando calmó hicieron descender a los rescatados en el Pirá Pytä. La decidida acción de Rivero, junto con otros compañeros de Prefectura, permitió salvar a 21 personas.

Ampliando nuestra crónica del suceso, publicó El Territorio en la página 6, el día 9 de enero de 1973, “… hemos querido agregar el relato y las impresiones personales de algunas personas que vivieron el drama, uno de los salvadores y dos de los salvados.
En primer término, entrevistamos al jefe de la Prefectura Naval local, prefecto principal Pío Flores, quien presentaba evidencias de agotamiento, luego de la jornada de intensa actividad, que se iniciara cuando la embarcación estalló en llamas, ya que aproximadamente cinco minutos más tarde dos lanchas de Prefectura –yendo Flores a bordo de una de ellas– se dirigieron al lugar del siniestro.
El prefecto principal Flores señaló su larga experiencia en salvataje, inclusive en catástrofes de mayor envergadura, pero dijo que por primera vez llegó mientras se desarrollaba el drama, presenció y escuchó sus alternativas. Afirmó que se trata de una tarea a la cual jamás llegó a habituarse, y que siempre hay una impresión como secuela.
Relató que el espectáculo era dantesco, y que lo más pavoroso eran los llamados de las víctimas pidiendo auxilio, todo ello agravado en su dramatismo por la inusitada intensidad de la tormenta que se desató.
En un momento determinado dijo; el viento llegó a arrojar a la lancha sobre los juncales de la costa hecho que hizo que al personal le resultara totalmente imposible operar. En este sentido afirmó haber adoptado providencias a fin de que las embarcaciones sean dotadas de cinturones de seguridad para obviar contingencias semejantes.
Respecto al comportamiento del personal a sus órdenes, puntualizó que se distinguieron por los actos de arrojo, ya que en más de una oportunidad corrieron serio peligro personal. Por medio de una información sumaria que se labrará, esta actuación quedará debidamente asentada en los antecedentes del personal.
Manifestó luego el deseo de destacar que, aproximadamente a las 4:45, el Gobernador Rossi se puso en contacto telefónico con Flores que se hallaba en la Prefectura coordinando las tareas que se desarrollaban para poner a su disposición todos los recursos al alcance del Gobierno Provincial.
Asimismo, destacó la colaboración de Gendarmería Nacional, de la Policía de Misiones, de la Junta de Defensa Civil, del Cuerpo de Bomberos, de médicos particulares que se presentaron espontáneamente. Luego, a los propietarios de las tres embarcaciones que se hicieron presentes en el puerto respondiendo al llamado radial que se lanzó (para lanchas de poco calado); el Club Pirá Pytä, que de inmediato dispuso afectar doce embarcaciones al operativo y el señor Negrete, que participaba de la búsqueda con su avión privado.
Por último el prefecto principal Flores precisó que en la víspera la búsqueda iba a proseguir hasta que desaparecieran las últimas luces del día, y que se reiniciaría hoy antes de despuntar el alba, puesto que parte del personal pernoctó directamente en Luján.
Prefectura ya ha alertado a Ituzaingó e Itá Ybaté a efectos de que permanezcan alertas e inclusive inicien la búsqueda de cuerpos que pudieran haber sido llevado por la corriente.
Posteriormente El Territorio se constituyó en el domicilio de Eduardo Brun (22 años, estudiante de Medicina). Refirió Brun, que presenta quemaduras de segundo grado en el cuerpo, que afortunadamente se hallaba en un sector descubierto de la popa de la embarcación, junto con otras seis o siete personas, cuando se produjo el siniestro.
Este hizo que el grueso del pasaje, que se encontraba  en el interior, se desplazase hacia la popa, por lo que no recuerda si se arrojó al agua o lo arrojó la aglomeración de los desesperados pasajeros. Sí, que la primera en arrojarse al agua fue una mujer joven y que logró tomar un salvavidas, pero se le fue arrebatado. Logró obtener otro, pero se hallaba en llamas, por lo que tuvo que arrojarlo al agua.
Dijo que a continuación se encontró en la popa de la lancha, junto a otras ocho personas, asido a la cadena del timón. Todos estaban bastante tranquilos, inclusive una señora. El viento, que soplaba en dirección a la proa, los favoreció disipando en otro sentido el calor de la conflagración, que ya abarcaba la mayor parte de la nave.
Idea que la relativa tranquilidad del grupo, según Brun, en ningún momento perdió la esperanza de salvación –la da el hecho de que todos se hayan avenido a distribuirse adecuadamente en la popa a efectos de equilibrar el peso, con la intención de prolongar un rato más la flotabilidad del casco, que se encontraba ardiendo.
Narró Brun que, justo cuando el fuego comenzaba a aproximarse a la popa, apareció una lancha de Prefectura, lo que motivó que dos o tres del grupo treparan al casco cuyo techo se había desplomado e hicieran señas agitando una camisa.
La lancha en todo momento evitó aproximarse al casco en llamas, por lo que el salvataje se demoró bastante. Cinco de los náufragos, que sabían nadar, se trasladaron por sus propios medios hasta la misma, quedando Brun junto con los que, en apariencia, era un matrimonio.
La lancha de Prefectura, finalmente se acercó más y un marinero provisto de un salvavidas los fue rescatando, Brun, último. Pocos instantes después pudo presenciar cómo los restos de la nave, aún ardiendo, desaparecen de la superficie.
El momento del salvataje virtualmente coincidió con la iniciación de la tormenta, lo que causó inconvenientes mayores. Luego, el oleaje cobró tal intensidad y posiblemente haya estado tan sobrecargada la lancha, que la tripulación optó por recalar durante aproximadamente media hora en la isla del Medio, hasta que amainara un tanto el temporal.
De allí, el contingente de náufragos fue desembarcado en el club Pirá Pytä y Brun fue trasladado a un conocido sanatorio privado, donde no pudo ser asistido, por carecer de elementos necesarios para tratar quemaduras, debiendo trasladarse a otro, en el que tuvo mejor suerte.
Cerrando la entrevista con El Territorio, Eduardo Brun hizo un comentario que podría dar lugar a cavilaciones: afirmó que a bordo de la lancha siniestrada leyó un cartel que decía; “Capacidad 62 pasajeros” (presumiblemente sentados), pero que en verdad los pasajeros sentados viajaban amontonados e inclusive viajaba gente de pie lo que lleva a señalar que la lancha estaba excesivamente cargada de pasajeros…”


El Poder Ejecutivo Provincial se adhirió al duelo

El Gobierno de la Provincia adhirió al duelo provocado por el naufragio de la embarcación de bandera paraguaya que transportaba a su bordo pasajeros argentinos, procedentes de la República del Paraguay.
Asimismo, dispuso que oportunamente se remitan notas de pésames, con transcripción del presente decreto, a los deudos de los fallecidos.


EL TERRITORIO – 9 DE ENERO DE 1973 PÁGINA 6.

Oscar A. Bressa con el periodismo: Se trata de uno de los sobrevivientes quien, junto a tres amigos, visitó el casino de Encarnación. Oriundo de la Capital Federal, se pudo salvar gracias a su presencia de ánimo. Según manifestó, trató de ganar la costa, pero luego optó por permanecer quieto, haciendo la “plancha”, hasta que fue rescatado.
De lo que pudo observar manifestó que el incendio fue repentino, o sea, explosivo. Hubo numerosas escenas de pánico, especialmente entre las mujeres del pasaje, cuya aglomeración en la popa impedía la salida al exterior. Bressa en un principio trató de agarrar un salvavidas.
Al ver que no podía, salió  por una ventanilla y subió al techo de la lancha, ya que sentía una asfixia cada vez más intensa, y desde allí al agua, donde permaneció hasta que vino la lancha de la Prefectura, poco antes de la tormenta. De sus compañeros se salvaron Obregón y Camino, desapareciendo Adolfo Morán. “...Todo fue muy repentino –agregó–, no hubo tiempo para pensar…”

EL TERRITORIO – 9 DE ENERO DE 1973 PÁGINA 4.

...Vivir para contarlo

Sobrevivientes de esa tragedia náutica relatan una experiencia que marcó sus vidas para siempre.

CONTROVERSIAS

Juan Carlos Tomaghelli, es un estudiante de Derecho de la Universidad de Buenos Aires que se encuentra en nuestra ciudad viviendo como mochilero en instalaciones del Instituto del Deporte. Él también venía como pasajero de la “Pirizal” y, en declaración a nuestro diario, manifestó que se salvó después de nadar aproximadamente veinte minutos y que fue arrojado fuera de borda por la presión del pasaje, presa del pánico, luego de sufrir varios empujones y en medio de un gran desorden.
“...Como nos encontrábamos cerca de la costa paraguaya, pensé que enseguida vendrían a buscarnos parar rescatarnos, pero no apareció nadie y los únicos que vinieron a salvarnos fueron los de la Prefectura de Posadas. Yo nadé contra la corriente para no alejarme demasiado y, por mis propios medios, trepé a la patrullera...”.
Tras otras consideraciones, afirmó: “…Si navegábamos en una lancha paraguaya y habíamos salido de Encarnación, donde había autoridades de la marinería controlando la salida, lo menos que podían haber hecho fue concurrir en nuestra ayuda pero no aparecieron en ningún momento…”
Las declaraciones del joven fueron inmediatamente replicadas por el jefe de la Prefectura del puerto de Posadas y el operativo rescate, prefecto principal Pío Estanislao Flores, quien indicó que “a él le constaba –porque los había visto que en los momentos del salvataje en las cercanías de la isla del medio había un par…
Además, en las primeras horas de la mañana del lunes, el subprefecto de la zona del Alto Paraná, con asiento en Encarnación, capitán de navío De Jesús Heredia, se comunicó con Flores ofreciéndole toda clase de colaboración, que se reiteró a lo largo de la jornada. En igual sentido, se recibieron comunicaciones de la Presidencia de la República del Paraguay, interesándose por la situación.
Ambas manifestaciones pusieron una nota distinta en la mañana posadeña, mientras las tareas de rescate proseguían abarcando cada vez más amplias zonas del Paraná, aguas abajo, mientras seguían llegando familiares y amigos de las víctimas del desgraciado suceso.


Miguel Montecino
Un paraguayo radicado en Posadas 
sobreviviente del incendio y hundimiento de la Pirizal

Nació de nuevo el lunes 8 de enero de 1973, pero sólo se dio cuenta cuando un médico comenzó a curarle las quemaduras, en la guardia del sanatorio Posadas, adonde fue a parar después de haber estado al “garete” en el Paraná por casi una hora, abrazado a un precario salvavidas. Parte de la cabeza y uno de sus brazos habían acusado los lengüetazos del fuego que envolvió esa noche a la lancha de pasajeros “Pirizal”, de bandera paraguaya, que naufragó en medio del río después de las dos de la madrugada.

Todavía en shock por la tremenda experiencia, el entonces joven Miguel intentó ponerle lógica a los designios del destino que, horas antes, le prometía una buena noche de juego en el Casino de Encarnación, pero terminó encarcelándolo en un torbellino de llamas, gritos de auxilio, cuerpos flotando a su lado y la desesperada determinación de mantenerse vivo.
Hoy, a 32 años de la peor tragedia náutica de la que se tenga registros en la zona, Montecino puede darse el lujo de reelaborar los acontecimientos para conferirles la forma de un relato que deja boquiabierto a cualquier interlocutor. En definitiva, vivió para contarlo.

NOCTURNO

“…Eran las 19:00 horas del domingo y yo volvía para casa, comenzó diciéndole Miguel Montecino a la periodista Mónica Santos, en un extensa entrevista que la publicó el domingo 13 de marzo de 2005 en las páginas 4 y 5 de la Revista del diario Primera Edición con el titulo “Trama”.
Cerca de la Terminal subí a un taxi y mi amigo Ramírez me vió, se subió y me invitó al casino de Encarnación. Yo no pensaba ir, pero él me entusiasmó. Le dio la orden al taxista para que pasáramos por la casa de otro amigo, de apellido Cohen y de allí al embarcadero de lanchas, en Villa Blosset.
Casi sin querer fue a parar a la lancha comandada por el patrón Domingo Amarilla, en las que otras 59 personas se disponían a cruzar el río en busca de lo mismo: una noche de diversión y ,porqué no, un golpe de suerte que les cambiaría la vida.
Para Montecino la tentación pudo más y en pocos minutos y sin mucho trámite de por medio, estaba apostando fichas en la ruleta, que lo entretuvo hasta casi las dos. El casino cerraba a las 03:00 horas y media, pero la mayoría de los que teníamos que cruzar optamos por volver con la lancha de las 02:00.
Yo subí y me acomodé en un asiento del medio, cerca del motor –recordó Miguel– quien aseguró que los pasajeros casi no intercambiaban palabras, mientras observaban al motorista Bienvenido Cáceres haciendo enormes esfuerzos para arrancar el armatoste construido 45 años antes.(¿..?).
Después sólo se escuchó el sonido del motor de la embarcación que tomaba fuerza corriente arriba para dejarse llevar después por el canal, siguiendo el típico recorrido en arco que la depositaría en el  puerto posadeño.
Pero a pocos minutos de salir –a casi mil quinientos metros de la costa posadeñas– escuchamos la explosión abajo –como en el piso. El motor se apagó y la lancha quedó a oscuras, detenida. Y apareció el fuego en una manguerita de plástico que llevaba el combustible desde un tanque en el techo hasta el motor. El combustible empezó a desparramarse… y ahí comenzó la locura.


INFIERNO A BORDO

Miguel y otro pasajero platense vieron con espanto cómo la llama comenzó a consumir la manguerita que llevaba directo al desastre. El motorista, desesperado, lanzó una granada antiincendios que no le dio a nada y, en segundos, todo el piso estuvo cubierto de combustible. “Yo agarré un salvavidas y salí, me puse al costado de una ventana para acomodarme el salvavidas, pero no tuve tiempo. Ni me di cuenta que el fuego se desparramó por toda la lancha.
De la desesperación, un hombre salió por una ventanita chiquitita que estaba al lado mío y me empujó al agua. El hombre se me prendió y me llevó para abajo. Apenas pude zafarme, porque si seguía ahorcándome, nos moríamos los dos. Cuando me soltó, me puse el salvavidas debajo del brazo y traté de flotar… miré la lancha y ya era una bola de fuego…
Esos segundos que pasaron entre que Miguel cayó al agua y logró zafar del ahorcamiento de otro pasajero, fueron suficientes para que el horror tomara forma de gente quemándose vivos dentro de la lancha, otros que se tiraban al agua envueltos en fuego y otros más que, como él, estaban menos afectados y a flote, gritando y aullando: No quiero morirme...!!, gritaba la gente. Eso no lo voy a olvidar nunca”, asegura Montecino.
Cuando logró recuperar el ritmo de la respiración e intentó flotar con más conciencia y alejarse de la lancha antes que explotara, un segundo momento de terror lo embargó. El mismo hombre del que había logrado zafarse lo atrapó de un pie y volvió a llevarlo hacía la profundidad del río, como si fuera la misma muerte que lo llamaba. Otra vez la lucha por volver a la superficie y por seguir respirando.
                       


AL GARETE

Miguel y un grupo de otros 10 sobrevivientes, intentaron alejarse nadando. Los gritos despavoridos nos espantaban mientras intentábamos bracear para alejarnos del fuego… Poco después todo quedó en silencio y supusimos que se murieron todos los que se quemaron o no tenían salvavidas.
El grupo de sobrevivientes se dejó llevar por la corriente porque ya no tenían fuerzas. Todos juntos gritaban: ¡...auxilio...!, para que alguien los escuchara. A lo lejos, las luces de Posadas y la desesperación que los embargó cuando pasaron de largo frente al anfiteatro y dejaron de ver el puerto, desde donde debía partir alguna embarcación de Prefectura Naval para rescatarlos. “...Vimos que una lancha encendió la luz y después de verla –contó– los sobrevivientes intentaron mantenerse juntos. Entre ellos flotaban restos del equipaje y todos intentábamos prendernos de algo para seguir a flote.
Yo vi una cartera de mujer y la agarré para que me ayudara. Al poco tiempo vi otra cartera blanca y nadé hacía allí para agarrarla. Cuando estiré la cartera, traía un cuerpo detrás. El agua los llevó a la deriva hasta la altura del viejo Club Pirá Pyta, después del ex balneario municipal. Inmersos en la profunda oscuridad –el cielo estaba encapotado– el grupo traía consigo a una chica inconsciente, tal vez, desmayada.
En un momento dado, vi la luz de la lancha y les grité a todos que no se desesperaran, que ya venían a buscarnos. Yo estaba de organizador, de avisador, de tranquilizador, no sé… La lancha de la Prefectura al mando de los lancheros Ramón Paredes y Arturo Vallejos llegó hasta ellos, con el cabo primero Raúl Antonio Rivero que apuntaba el río con una linterna y gritaba que se tranquilicen. Empezaron a levantar a todos. Ahí me asusté, porque la lancha estaba a cincuenta metros y pensé que podían dejarme.
Las diez personas subieron a la embarcación de Prefectura, incluida la chica desmayada y otras dos mujeres muy jóvenes oriundas de Oberá, una de las cuales tuvo un ataque de nervios mientras la otra intentaba calmarla con golpes. Pocos minutos después, se largó una tormenta de agua y viento.
En el Pirá Pytä nos esperaban unos muchachos con dos autos para trasladarnos a los sanatorios. Nunca supe quienes eran y me gustaría localizarlos para darles las gracias. Ellos habían visto el fuego desde el balneario y escucharon nuestros gritos y también avisaron a la Prefectura. Otros sobrevivientes me contaron que la lancha de Prefectura no tenía combustible y fueron estos muchachos los que sacaron nafta de los autos para que arrancaran.
Ya en el Pirá Pytä, los dos autos estaban esperando. Nos llevaron hasta el sanatorio Posadas. Yo subí adelante y atrás había otros hombres con la chica inconciente acostada sobre ellos. Temíamos lo peor, pero también la esperanza de que un milagro la salvara. Cuando llegamos al sanatorio, nos dijeron que llevaba tiempo de muerta.
Además de la impresión que les causó haber nadado con un cadáver, los sobrevivientes se enteraron de otras anécdotas tanto o más dramáticas, como la que señala que una pareja se tiró al agua con un solo salvavidas y, al tiempo de intentar mantenerse a flote, el hombre le dijo a su esposa que siguiera sola y tratara de salvarse para que los hijos no quedaran solos. El hombre murió.


Al amanecer del día lunes, 8 de enero de 1973

Ya era de día cuando Miguel Montecino fue dado de alta en la guardia del Sanatorio. Me vendaron la cabeza y el brazo. Estaba quemado, pero no me había dado cuenta. Tomé un taxi y me fui a mi casa.
Mi mujer me esperaba despierta, rezando. Dice que presintió. Después de contarle todo lo que le tocó vivir, decidió volver al centro y fue testigo de la conmoción de los posadeños al enterarse de la noticia. Todas las radios hablaban de lo mismo y leían listas de pasajeros fallecidos.
También llegaron medios nacionales para la cobertura. La gente, curiosa, se agolpó en el Puerto y en el Pirá Pytä para no perderse detalles del rescate que incluyó otras lanchas y un helicóptero que estampó en las mentes la terrible imagen de los cuerpos colgando de la nave, atados con sogas. El cielo seguía lloviendo su dolor y casi treinta familias posadeñas se envolvieron en luto.
Durante treinta días, las lanchas de Prefectura y de particulares recorrieron la costa buscando más cuerpos, que totalizaron las 38 víctimas fatales.


LECCIÓN OLVIDADA

Miguel Montecino no pudo dormir con la luz apagada por algún tiempo. Cuando recuperó el sueño, siguió escuchando en su mente los gritos del espanto: “...las cosas que me pasaron son imposibles de olvidar”, reflexiona. De hecho, le marcaron la vida, porque nunca dejará de ser un sobreviviente. Sin embargo, Posadas superó el luto poco tiempo después. Al espanto le siguió la anécdota y después, el olvido, solo rescatado en algún remoto relato memorioso, al punto que ni siquiera se conservan registros fotográficos oficiales de la tragedia, salvo los recortes periodísticos de entonces.
Así como el siniestro pasó a la historia y casi desapareció de sus páginas, tampoco logró marcar algún cambio en la manera irresponsable en la que se manejan situaciones que evidencian un posible riesgo. La contundente prueba del tremendo costo de la improvisación y la precariedad no se convirtió en una lección aprendida y aprobada. Hace muy poco, en plena temporada de ventas de fin de año, varios usuarios de las actuales lanchas de pasajeros que cruzan desde Encarnación a Posadas se quejaron por la aparente sobrecarga de las embarcaciones, que los obligó a viajar parados y sin los salvavidas correspondientes.

                        Pocos atendieron la gravedad de esta queja, tal vez porque la provincia, el país entero, tenía su atención puesta en otro lado: la tragedia de Cromagñón.


¿QUIÉN ES MIGUEL MONTECINO? 
De noctámbulo a literato

Todos lo conocen como el profesor Miguel Montecino, pero en realidad se llama Miguel Díaz Ayala. Nació en un pueblo cercano a Coronel Oviedo y vino a Posadas a los 21 años, para radicarse definitivamente poco tiempo después.
Adoptó el seudónimo cuando comenzó a escribir, y le dijeron que era importante para el escritor presentarse de esa manera. Ahora tiene 78 años y una gran pasión, escribe relatos sobre la organización de la sociedad paraguaya, que espera publicar, así como otros relatos entre los que incluye el naufragio de la Pirizal, que organiza junto al rector de una universidad privada de Asunción.
Antes de esta incursión en la literatura, se dedicó al estudio de la gramática guaraní y le dio forma de letras a los sonidos típicos de ese idioma, con los que conformó el primer alfabeto guaraní, que incluye dos caracteres más que el español y representan a las vocales guturales y nasales que tanto se usan en ese riquísimo idioma.
Ya con el alfabeto, conformó un diccionario guaraní con 6 mil voces que ya tiene varias ediciones, además de otros libros sobre alfabetización para niños en idioma materno, destinado a los docentes con la intención de que aprendan a enseñar el guaraní escrito. Montecino tiene una pasión por su lengua e integra la Asociación de Guaraní Hablantes, compuesta por notables personalidades del vecino país.
Su sueño es que, algún día, los chicos que hablan guaraní sean también alfabetizados en su idioma.

Nota: Por respeto a los demás sobrevivientes, no se dio a conocer la lista completa de personas que lograron salir con vida, al igual que la lista de los fallecidos.
Gracias por la colaboración del personal de la Prefectura Naval Argentina, seccional Posadas.

Fuente: Revista del diario Primera Edición “Trama”, preparado por Mónica Santos, publicado el domingo 13 de marzo de 2005 en las páginas 4 y 5.
Y las investigaciones y entrevistas realizadas a protagonistas de esta triste historia

Don Silvio Parodi, el técnico del club 22 de setiembre, quien se salvó de la muerte al ser convencido por los amigos que no viajara esa noche.

1 comentario:

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